Tengo manos pequeñas de marica
manos que sólo sirven bien en la cocina
o en los avatares de este arte inútil,
manos para tallar musas
a imagen de mujeres desnudas,
manos para el placer de los otros sentidos,
para esconder pequeños objetos de la vista,
pero que nada pueden contra la luz del sol
o las mujeres reales, rabiosas.
Tengo manos pequeñas de marica
no manos grandes y viriles
como mi padre o mi hermano.
No heredé de mi padre sus manos recias
manos de tierra seca
hechas para las empuñaduras y los mangos.
No tengo como mi hermano
manos fuertes e inexpertas
manos de gladiador
para atemorizar a los hombres
e inculcar la palabra con la sangre
manos que pueden desafiar toda ley física
y que nunca tiemblan con el frío.
Mis manos son pequeñas y hábiles
manos de costurera o de geisha
que sólo saben moverse diestramente
por los cuerpos ajenos,
manos nudosas, de huesos finos,
dedos cortos y torcidos
que solo se acomodan bien a las malas posturas
y adolecen de toda su destreza a la luz del día,
manos
que de nada sirven a un hombre.
David Yáñez Barroso
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